“En 1605, Miyamoto Musashi, un samurai que había ganado fama como espadachín a la corta edad de 21 años, fue retado a duelo. El retador, una joven llamado Matashichiro, pertenecía a la familia Yoshioka, clan renombrado por su destreza en el manejo de la espada. Ese mismo año, Musashi había derrotado al padre de Matashichiro, Genzaemon, en un duelo. Días después había muerte al hermano menor de Genzaemon en un duelo más. La familia Yoshioka clamaba venganza”.
“Los amigos de Musashi olieron una trampa en el reto de Matashichiro y ofrecieron acompañarlo al duelo, pero Musashi fue solo. En sus anteriores enfrentamientos con los Yoshioka, los había enojado presentándose con varias horas de retraso, esta vez, en cambio, llegó temprano y se escondió en los árboles. Matashichiro arribó con un pequeño ejército. Musashi “llegará tarde como de costumbre”, dijo uno de ellos, “¡ésta treta ya no dará resultados con nosotros!”.
Seguros de su emboscada, los hombres de Matashichiro se echaron y ocultaron en la hierba. De repente, Musashi salió de detrás de su árbol y gritó: “Llevo mucho tiempo esperando. ¡Saca tu espada!”. De un rápido golpe, mató a Matashichiro, y luego adoptó una posición en ángulo frente a los demás hombres. Ellos se pusieron de pie de un salto, pero, tomados por sorpresa, formaron una línea irregular en vez de rodearlo. Musashi recorrió simplemente la línea, matando a los atónitos hombres una tras otra en cuestión de segundos”.
“La victoria de Musashi selló su fama como uno de los mejores espadachines de Japón. Vagó entonces por el país en busca de retos apropiados. En una ciudad oyó hablar de un guerrero invicto llamado Baiken, cuyas armas eran una hoz y una larga cadena de una bola de acero en un extremo. Musashi quiso ver esas armas en acción, pero Baiken se negó: la única forma en que podría verlas actuar, le dijo Baiken, sería librando un duelo”.
“También esta vez los amigos de Musashi optaron por la ruta segura: lo instaron a retirarse. Nadie había derrotado ni por asomo a Baiken, cuyas armas eran insuperables: remolineando su bola en el aire para cobrar impulso, había retroceder a su víctima con un ataque implacable, para luego lanzarle la bola en la cara. El contrincante tenía que parar la bola y la cadena; y, ocupado el brazo con la espada, en ese breve instante Baiken le cortaba el cuello con la hoz”.
“Ignorando las advertencias de sus amigos, Musashi retó a Baiken y se presentó en la tienda de éste con dos espadas, una larga y otra corta. Baiken nunca había visto pelear a alguien con dos espadas. Además, en lugar de permitir que Baiken cargara contra él, Musashi atacó primero, haciendo retroceder a su enemigo. Baiken dudó de arrojar la bola, porque Musashi podía desviarla con una espada y herirlo con la otra. Mientras Baiken buscaba una oportunidad, Musashi le hizo perder de pronto el equilibrio con un toque de la espada corta, seguido una fracción de segundo después con un lance de la larga, atravesando y matando al hasta entonces invicto maestro Baiken”.
“Años más tarde, Musashi se enteró de un gran samurai llamado Sasaki Ganryu, quien peleaba con una espada muy larga, arma increíblemente muy bella que parecía poseída por un espíritu guerrero. Ese combate sería la prueba suprema de Musashi. Ganryu aceptó el reto; el duelo tendría lugar en una pequeña isla cerca de la casa del samurai”.
“La mañana del duelo, la isla estaba repleta. Un encuentro entre guerreros como éstos no tenía precedente. Ganryu se presentó a tiempo, pero Musashi llegó muy tarde. Pasó una hora, luego dos: Ganryu estaba furioso. Finalmente se vio un bote que se aproximaba a la isla. Su pasajero estaba acostado, al parecer semidormido, y afilaba un largo remo de madera. Era Musashi. Parecía perdido en sus pensamientos, contemplando las nubeas. Cuando el bote llegó a la orilla. Musashi se ató una sucia toalla alrededor de la cabeza y saltó afuera, empuñando el largo remo, más largo que la famosa espada de Ganryu. Este extraño hombre había llegado al principal combate de su vida con un remo por espada y una toalla por cinta”.
“Ganryu exclamó airadamente: “¿Tanto me temes que rompiste una promesa de estar aquí a las ocho?”. Musashi no dijo nada, pero se acercó. Ganryu sacó su magnífica espada y tiró la funda en la arena. Musashi sonrío: “Sasaki acabas de sellar tu ruina”. “¿Yo? ¿Derrotado? ¡Imposible!” “¿Qué vencedor sobre la tierra” replicó Musashi, “abandonaría su funda al mar?”. Esta enigmática observación, sólo enojó más a Ganryu”.
“Musashi atacó entonces, apuntando su remo afilado directamente a los ojos de su enemigo. Ganryu alzó inmediatamente su espada y la dejó caer sobre la cabeza de Musashi, pero falló, cortando en dos la cinta de toalla. Nunca antes había fallado. Casi en ese mismo instante, Musashi bajó su espada de madera e hirió a Ganryu en los pies. Los espectadores se quedaron sin aliento. Mientras Ganryu avanzaba con dificultad. Musashi lo mató de una estocada en la cabeza. A continuación, tras inclinarse cortésmente ante los hombres que presidían el duelo, volvió al bote y se marchó tranquilamente como había llegado”.
“A partir de ese momento, Musashi, fue considerado un espadachín incomparable”
“Interpretación”
“Miyamoto Musashi, autor de: “The Book of the Five Rings”, ganaba todos sus duelos por una razón: en cada caso adoptaba su estrategia a su adversario y a las circunstancias del momento. Con Matashichiro decidió que ya era hora de llegar temprano, lo que no había hecho en sus combates previos.
La victoria contra muchos hombres dependía de la sorpresa, así que salió cuando sus contendientes estaban echados; luego, una vez que dio muerte a su líder, se puso en un ángulo que los invitaba a atacarlo en lugar de rodearlo, lo que había sido mucho más peligroso para él. Con Baiken, todo fue cuestión de usar dos espadas e invadir su espacio, sin darle tiempo de reaccionar inteligentemente a esa novedad. Con Ganryu se propuso enfurecer y humillar a su soberbio contrincante: la espada de madera, la actitud indiferente, la cinta de toalla sucia, la observación enigmática, el ataque a los ojos”.
“Los adversarios de Musashi dependían de su brillante técnica, ostentosas espadas. Esto es lo mismo que dar la guerra pasada: en vez de reaccionar al momento, confiaban en la instrucción, la tecnología y lo que había funcionado antes. Musashi, que había comprendido la esencia de la estrategia desde muy joven, convirtió la rigidez de sus adversarios en su ruina.
Su primer pensamiento era el gambito que más tomaría por sorpresa a cada uno de ellos. Luego se anclaba en el momento: habiendo desequilibrado a su contrincante con algo inesperado, observaba atentamente, y después respondía con otra acción, usualmente improvisada, que convertía el mero desequilibrio con derrota y muerte”.
“Al prepararte para la guerra (para la vida podríamos agregar), debes deshacerte de mitos y conceptos erróneos. La estrategia no es una cuestión de aprender una serie de movimientos o ideas por seguir como receta: la victoria no tiene una fórmula mágica. Las ideas son meros nutrientes de la tierra: yacen en tu cerebro como posibilidades, para que el calor del momento puedan inspirar una dirección, una respuesta apropiada y creativa. Deja atrás todos los fetiches – libros, técnicas, fórmulas, armas ostentosas – y aprender a ser tu propio estratega”.
“Por eso, cuando he conseguido una victoria, no vuelvo a emplear la misma táctica otra vez, sino que, respondiendo a las circunstancias, varío mis métodos hasta el infinito”
Esta historia está relacionada con el pensamiento de Sun Tzu en su obra: “El Arte de la Guerra”, que indicaba que no hay que repetir nunca la táctica con la que hayas conseguido alguna victoria, y regula tus métodos de acuerdo con la infinita variedad de las circunstancias.
Y luego agregaba que, tal como el agua no mantiene un curso constante, en el arte de la guerra (nosotros diríamos de administrar tu trabajo y tu vida) tampoco existen condiciones constantes. A quién pueda modificar su táctica de acuerdo con la situación del enemigo y con esto conseguir la victoria, se le puede considerar divino.
Esas expresiones que no podemos cambiar es falso, siempre podemos cambiar, todo depende como programemos nuestra mente, y creamos profundamente de que lo vamos a conseguir y sobre todo, en este caso de que estás vendiendo con alegría y seguridad de uno mismo, y lo demás caerá por su propio peso, tu triunfo se convertirá en un hábito.
FUENTE:
http://controlinternopublico.blogspot.com/2009/05/el-control-interno-implica-un-cambio-de.html
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