UN DÍA, POR CIERTAS CIRCUNSTANCIAS, se retraso la preparación de la comida de Fugai, un maestro Zen de soto, y de sus discípulos.
A toda prisa el cocinero fue al huerto con su cuchillo curvo, corto verduras, las pico todas juntas y preparo una sopa sin darse cuenta de que en su apresuramiento había incluido un trozo de culebra entre las verduras.
Los Discípulos de Fugai opinaron que nunca habían comido una sopa tan buena.
Pero cuando el propio maestro encontró la cabeza de la culebra en su cuenco, llamo al cocinero. “¿Qué es esto?”, pregunto, levantando la cabeza de la culebra.
“Oh, gracias, maestro!”, replico el cocinero, tomando el bocado y comiéndoselo rápidamente.
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