Tres personas iban caminando por un bosque: un sabio con fama de hacer milagros un rico terrateniente del lugar y detrás de ellos y escuchando la conversación un joven alumno del sabio.
Aprovechando que estaba en presencia del sabio, el poderoso terrateniente le dijo:
- Me han dicho en el pueblo que eres muy poderoso que incluso puedes hacer milagros.
A lo que el sabio le respondió:
- Soy una persona vieja y cansada. ¿Cómo crees que podría hacer milagros?
Pero el hacendado insistió:
- Me han contado que sanas a los enfermos, restituyes la vista a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos.
Esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso.
Aprovechando que estaba en presencia del sabio, el poderoso terrateniente le dijo:
- Me han dicho en el pueblo que eres muy poderoso que incluso puedes hacer milagros.
A lo que el sabio le respondió:
- Soy una persona vieja y cansada. ¿Cómo crees que podría hacer milagros?
Pero el hacendado insistió:
- Me han contado que sanas a los enfermos, restituyes la vista a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos.
Esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso.
A lo que el sabio repuso:
- ¿Te referías a eso? Pues bien, tú lo has dicho: esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso no un viejo como yo. Esos milagros los realiza Dios yo sólo pido que se conceda un favor para el enfermo.
Todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo.
- ¿Te referías a eso? Pues bien, tú lo has dicho: esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso no un viejo como yo. Esos milagros los realiza Dios yo sólo pido que se conceda un favor para el enfermo.
Todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo.
Pero el hombre con fortuna le pidió:
- Quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que haces. Muéstrame un milagro para que pueda creer en tu Dios..
- Esta mañana¿volvió a salir el sol?-le preguntó el sabio.
- ¡Sí, claro que sí!
- Pues ahí tienes un milagro. El milagro de la luz.
- Quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que haces. Muéstrame un milagro para que pueda creer en tu Dios..
- Esta mañana¿volvió a salir el sol?-le preguntó el sabio.
- ¡Sí, claro que sí!
- Pues ahí tienes un milagro. El milagro de la luz.
- No, yo quiero ver un VERDADERO milagro -protestó el hombre rico: oculta el sol, saca agua de una piedra.
Mira: hay un conejo herido junto al camino. Tócalo y sana sus heridas.
El sabio le volvió a preguntar:
- ¿Quieres un verdadero milagro? Bien. ¿No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?
- ¡Sí! Es varón y es mi primogénito.
- Ahí tienes el segundo milagro. El milagro de la vida.
Mira: hay un conejo herido junto al camino. Tócalo y sana sus heridas.
El sabio le volvió a preguntar:
- ¿Quieres un verdadero milagro? Bien. ¿No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?
- ¡Sí! Es varón y es mi primogénito.
- Ahí tienes el segundo milagro. El milagro de la vida.
- Sabio -replicó el terrateniente- tú no me entiendes. Quiero ver un verdadero milagro.
Y el sabio inquirió:
- ¿Acaso no estamos en época de cosecha? ¿No hay trigo y sorgo donde hace unos meses sólo había tierra?
- Sí -respondió el hombre rico-igual que todos los años.
- Pues ahí tienes el tercer milagro.
Y el sabio inquirió:
- ¿Acaso no estamos en época de cosecha? ¿No hay trigo y sorgo donde hace unos meses sólo había tierra?
- Sí -respondió el hombre rico-igual que todos los años.
- Pues ahí tienes el tercer milagro.
- Creo que no me he explicado lo que yo quiero...
Pero antes de que pudiera terminar el sabio lo interrumpió:
- Te has explicado bien. Yo ya hice todo lo que podía hacer por ti. Si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte.
Pero antes de que pudiera terminar el sabio lo interrumpió:
- Te has explicado bien. Yo ya hice todo lo que podía hacer por ti. Si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte.
Luego de escuchar estas palabras el poderoso terrateniente se retiró muy contrariado por no haber encontraba lo que buscaba.
El sabio y su alumno se quedaron parados a un lado y cuando él ya estaba muy lejos y ya no podía verlos el sabio levantó al conejo sopló sobre él y sus heridas quedaron curadas.
El joven estaba algo desconcertado:
- Maestro te he visto hacer milagros como éste casi todos los días. ¿Por qué te negaste a mostrarle uno al caballero? ¿Por qué lo haces ahora que no puede verlo?
El sabio demostró su sabiduría una vez más:
- Lo que él buscaba no era un milagro, era un espectáculo. Le mostré tres milagros y no pudo verlos. Para ser rey antes hay que ser príncipe, para ser maestro antes hay que ser alumno. No puedes pedir grandes milagros si no ahas aprendido a valorar los pequeños prodigios cotidianos. El día en que aprendas a reconocer a Dios en ellos ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los días sin que tú se los hayas pedido.
- Lo que él buscaba no era un milagro, era un espectáculo. Le mostré tres milagros y no pudo verlos. Para ser rey antes hay que ser príncipe, para ser maestro antes hay que ser alumno. No puedes pedir grandes milagros si no ahas aprendido a valorar los pequeños prodigios cotidianos. El día en que aprendas a reconocer a Dios en ellos ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los días sin que tú se los hayas pedido.
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