miércoles, 12 de mayo de 2010

PSICOLOGIA DEL PRINCIPE

El príncipe necesita recordar solamente que, aunque no es necesario poseer todas las cualidades generalmente consideradas como buenas, es "muy necesario aparentar tenerlas" . Bueno es que se le considere generoso; es sensato el parecer misericordioso y no cruel; es esencial en general ser «considerado como persona de grandes méritos». La solución consiste en llegar a ser "un gran simulador y un gran disimulador" prendiendo "a confundir las cabezas de los hombres con patrañas"y hacer que se crean vuestros engaños.

Maquiavelo recibió una pronta lección sobre el valor que tiene el confundir las mentes de los hombres. Como hemos visto, estuvo presente en la lucha que tuvo lugar entre César Borgia y Julio II en los meses finales de 1503, y es evidente que las impresiones que sacó de esta ocasión estaban todavía muy presentes en su mente en el momento de escribir en El Príncipe acerca de la cuestión del disimulo. 

Inmediatamente se refiere al episodio del que fue testigo, haciendo uso de él como de su principal ejemplo sobre la necesidad de mantenerse en guardia contra la duplicidad principesca. Julio, recuerda, se las apañó para ocultar su odio por Borgia de un modo tan inteligente que logró que el duque cayera en el enorme error de creer que "los hombres de alto rango olvidan las viejas injurias". Era capaz de disponer de sus poderes de disimulo para un uso decisivo. Habiendo ganado la elección papal con el apoyo de Borgia,rápidamente reveló sus verdaderos sentimientos, se volvió contra el duque y" fue causa de su ruina final".

Borgia, sin duda, se equivocó en este punto, y Maquiavelo piensa que se mereció el severo castigo de este error. Debiera haber sabido que el talento para confundir las mentes de los hombres es parte del arsenal de un príncipe afortunado . Maquiavelo no puede, empero, haber sido inconsciente de que, al recomendar las artes del engaño como clave del éxito, corría el peligro de parecer demasiado locuaz. Otros moralistas ortodoxos habían estado siempre dispuestos a pensar que la hipocresía podía emplearse como un atajo para la gloria, pero habían acabado siempre desechando tal posibilidad.

Cicerón,por ejemplo, había escudriñado explícitamente la cuestión en el libro II   de los Deberes, sólo para abandonarla como un absurdo. Cualquiera que, declara, "desee gloria duradera con el engaño" "está muy equivocado".


La razón es que "la verdadera gloria echa raíces profundas y despliega anchas ramas"allí donde "todos los disimulos caen pronto al suelo como frágiles flores" Maquiavelo responde a esto, lo mismo que antes, rechazando tales sentimientos primitivos con su más irónico estilo. Insiste en el capítulo XVIII en que la práctica de la hipocresía no es indispensable únicamente para el gobierno del príncipe, sino que puede mantenerse sin mucha dificultad tanto tiempo como se requiera.

Dos razones se ofrecen para esta conclusión deliberadamente provocativa. Una es que la mayoría de los hombres son tan cándidos, y sobre todo tan proclives al autoengaño, que normalmente toman las cosas según su valor aparente de una manera totalmente aerifica . La otra es que, cuando se trata de valorar el comportamiento de los príncipes, incluso los más perspicaces observadores están en gran manera condenados a juzgar según las apariencias. Aislado del pueblo, protegido por "la majestad del gobierno",la posición del príncipe es tal que "cada cual ve lo que aparentáis ser", pero "pocos perciben lo que sois".

Por tanto, no hay razón para suponer que vuestros pecados os descubran; por el contrario, "un príncipe que engaña, siempre encuentra hombres que se dejan engañar a sí mismos" .


FUENTE: Maquiavelo de Quentin Skinner.

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