El hombre que llegará a jefe militar conoce la inevitabilidad de los cambios en la práctica administrativa de mantenimiento del estado. Esto puede suceder muchas veces durante periodos de crecimiento y desarrollo. Ser flexible es una virtud del jefe militar clarividente, y saber cómo cambiar las funciones en la dirección de un estado es esencial. Sin ello aparecen la decadencia y la pérdida de la sociedad. Cuando ha finalizado un conflicto, el jefe militar debe encontrarse en posición de controlar el estado desde una perspectiva superior. Manteniendo su perspectiva, es difícil que nadie pueda sustituir sus órdenes. Los edecanes son fáciles de controlar porque aguardan recibir órdenes. Los jefes militares deben entender la necesidad de impedir que los edecanes actúen subversivamente –de forma abierta o no–. Muchas veces, un segundo en la cadena de mando tratará de hacerse con el control después de que se haya alcanzado el objetivo principal.
Aquí es donde una visión general es beneficiosa. Entonces se pueden delegar las obligaciones administrativas funcionales, pueden verse los resultados con mayor claridad, y la personalidad del jefe militar no interferirá con los puntos de vista expresados por los edecanes. Sus objetivos se ven más claramente. Este punto de vista más amplio crea obstáculos a los enemigos que albergan intenciones malignas. El jefe militar meritorio entiende que la mejor posición en que se puede estar es aquella donde la dificultad emana de su propio punto de vista directamente contra la visión del enemigo. Esto da al enemigo dos cosas a considerar: la necesidad de mantener sus propias tropas bajo control y el esfuerzo constante necesario para rodear obstáculos que pueden aparecer en cualquier lugar y en cualquier momento. Un jefe militar capacitado que utiliza engaños inteligentes busca modos de confundir a todos los enemigos conocidos y potenciales.
En el enfrentamiento físico es mejor que el sol esté detrás nuestro y en los ojos del enemigo. El enemigo se ve obligado a adaptarse en cada movimiento que hace hacia nosotros. Los ánimos se ven afectados, y la confusión puede hacer que el enemigo pierda la compostura y haga movimientos imprudentes. Cuando el enemigo se aproxima directamente buscando el enfrentamiento, es aconsejable dejar que avance con al menos la mitad de sus tropas antes de responder. El jefe militar prudente no responde nunca a los actos de envalentonamiento, sabiendo que son gestos falsos. Iniciar una confrontación cuando el enemigo no está completamente bajo nuestro control es una invitación a la derrota debido a la inapropiada planificación y a la falta de atención a los puntos potencialmente fuertes –evidentes o no–. Nunca debemos hacer avanzar nuestras tropas hacia una posición que no sea, por lo menos, estupenda. No debemos permitir que los errores de las variaciones interfieran en nuestro ataque.
Esto lleva a la derrota. Es preferible atraer al enemigo hacia nosotros preparando dispositivos que le hagan caer. Al atraer al enemigo, debemos procurar tener el sol a nuestras espaldas y así las sombras de la duda caerán sobre las caras de los que se nos aproximan. No podrán ver con claridad y estarán más preocupados tratando de mantener su calma antes de entrar en la batalla. El jefe militar debe estar siempre preparado para enfrentarse a trampas peligrosas y dispositivos ocultos que socaven sus avances. Deben usarse exploradores avanzados para obtener informaciones válidas, que el jefe militar necesita si ha de tener éxito en la superación de cualquier eventualidad adoptando decisiones acertadas. No importa cómo tome estas decisiones, mientras tenga presente que él es el responsable del resultado final, con independencia del asesoramiento de sus edecanes.
El jefe militar debe estar informado de lo que sucede en sus alrededores en todo momento. Siempre hay espías acechando y gente que haría cualquier cosa para entorpecer sus avances. Incluso en su propio dominio habrá hombres que trabajen contra él, de modo que él o incluso ellos no son conscientes. Pueden hablar fuera de lugar o presentar un regalo a un enemigo desconocido; por consiguiente, los jefes militares no revelan abiertamente sus planes. Cuando el jefe militar avanza, debe mantener exploradores delante para observar el territorio. Debe tener exploradores en la retaguardia y en todos los lados con el fin de rechazar cualquier potencial ataque. Un constante flujo de información es esencial para la seguridad del jefe militar y la protección de los deseos del gobernante. Debe estar seguro de que la información que recibe es correcta.
Cuando los agentes del enemigo hablan de paz, el jefe militar debe asegurarse de que el enemigo está bajo control y no meramente urdiendo planes. Es importante entender la totalidad de las señales utilizadas por el enemigo. Una actividad observada donde no debiera haber ninguna debe investigarse inmediatamente para evitar caer en una trampa. Cuando el enemigo habla de pacificación, en realidad puede estarse preparando para atacar. Cuando el enemigo sugiere la cooperación, puede estar preparando un engaño. La naturaleza de la aplicación de la guerra mediante el engaño es que al enemigo se le haga ver la futilidad de contraatacar y rehacerse de sus pérdidas. Un jefe militar ha de poder mantener el territorio recién conquistado. Ganar una batalla y, sin embargo, perder las negociaciones para el mantenimiento de la paz hará que la gente se pregunte sobre susintenciones.
Hay señales que deben entenderse antes de un ataque físico. No importa que las negociaciones hayan sido fructíferas o una pérdida de tiempo. Estas señales las emplea el enemigo tanto cuando tiene dudas como cuando cree que puede hacer caer en una trampa a un jefe militar que avanza. Si hay un clamor en el campo enemigo, puede ser que el enemigo esté nervioso o simplemente que esté haciéndoselo creer a un enemigo. Si hay invitados en el campo, el jefe militar debe saber si están haciendo planes juntos. Cuando el enemigo ve una ventaja y no se precipita a tomarla, es que está inseguro y sus tropas están desanimadas. Hay incontables señales que el jefe militar previsor debe reconocer si quiere mantener la autoridad y el control. Si no presta atención a las advertencias y consejos de sus edecanes, está pidiendo al Cielo que le proteja sin una adecuada preparación. Si el enemigo ofrece recompensas, grandes cenas y regalos impresionantes con demasiada frecuencia, puede estar tratando de mantener la armonía, mientras prepara sus tropas para atacar al ejército que avanza. Si un general recompensa a los hombres con demasiada generosidad y los castiga con negligencia, puede estar perdiendo el control de sus tropas.
Puede que no respondan cuando se les necesite. Es importante reconocer lo que significa que el enemigo esté alborotado y muy optimista pero no ataque. Si el enemigo continúa llevando las cosas de este modo y no parece prepararse para abandonar el lugar, el jefe militar debe investigar a fondo y obtener el dominio de la situación inmediatamente. El jefe militar debe entender el valor que tiene dar órdenes y esperar que sean obedecidas sin vacilación. Cuando las órdenes se dan uniformemente no habrá problemas para que sean cumplidas. Cuando las órdenes están sesgadas en una u otra dirección, habrá descontento y las tropas lo interpretarán como favoritismo. Si esto continúa, las tropas dejarán de cumplir las órdenes con entusiasmo y, con el tiempo, pueden llegar a rebelarse. Cuando el jefe militar da órdenes con imparcialidad y autoridad, los resultados que cabe esperar serán beneficiosos para todos los implicados, al gobernante se le mostrará respeto por las acciones de las tropas y todo estará en armonía con el Cielo. Todo será prosperidad.
FUENTE: EL ARTE DE LA GUERRA. STEPHEN F. KAUFMAN.
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